Caimito del Guayabal.
Mi pueblo en Cuba.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Un comentario del Prof. Carlos Pereda Martinez


 Ayer a media tarde junto a mi querido perro Negrito quise caminar un poco, ya que aunque había bastante frío no hacia viento, cometí el hecho pecaminoso y masoquista de entrar a una dulcería cubana cerca de mi casa, ya que por ser prediabético me cohibo de ingerir dulces, siendo la ingesta de estos, mi alimento preferido pero la tentación pudo más que la abstinencia, entré y pedí un simple pastelito de guayaba que deboré en segundos, de esos que jamás saben como los que comíamos en Cuba.

 Me alegra el día salir a la calle y encontrarme con un rostro fémino bello,  encontrarlo es extraordinariamente placentero para mí, recuerdo que cuando hacía mis pininos universitarios descubrí la palabra esteta, y comprendí que esa debilidad mia concordaba con esa definición y … y al levantar la vista me encontré con una bella,  bellísima muchacha, encontré una de esos rostros que se te quedan impresos por su precisión, su simetría y su perfección, como con la edad dejas a un lado las inhibiciones , se los aseguro,  la miré inquisitivamente, con una mirada de contemplación sin líbido presente, máxime que se trataba de una veinteañera y por lógica,  la diferencia generacional impide, si eres normal,” vacilarla”, como decimos los cubanos de mi generación., cuando habló y ví su blanca y simétrica dentadura le otorgue el sello estatal de calidad, y me dije –esa niña tiene que ser cubana. La auténtica mujer cubana con clase se reconoce de inmediato, su blanca y delicada piel reflejaba esa descendencia directa de españoles, en ella no se cumple el supuesto axioma de que en Cuba “quien no tiene de congo, tiene de carabalí”, no, es una típica mujer blanca con exquisito rostro.

 Quienes me conozcan a profundidad, saben de antemano que con esa cuita no iba a quedarme, máxime siendo un chovinista ortodoxo con respecto a mi ciudadanía y ella dulcemente me lo reafirmó, con un simple---sí, soy cubana.

 Por su corta edad, por haberse criado en Norteamérica, país en donde se confunden las peras con las manzanas, me preguntó por lógica que por qué yo había determinado que era mi compatriota, si ella no poseía acento cubano y no me quedó más remedio que explicarle que me había ocurrido lo mismo que al insigne músico Ignacio Piñeiro, fundador del Septeto Nacional.

 Captando en su rostro que era la primera vez que oía ese nombre, que desconocía totalmente de quien hablaba,  tuve que hacerle la historia , doliéndome,  no tengo otra palabra para definirlo,  como nuestra juventud, la de aquí y la de allá,  desconoce los pilares básicos de la verdadera Cuba, la que no tiene que ver con imperialismo, ni con fidel, ni con los rusos, ni con el comunismo o capitalismo, o sea lo que es realmente nuestro acervo cultural.

 Hay una realidad histórica inobjetable Cuba ha de cambiar, de una forma u otra,  ahora o después, pero el hecho ocurrirá, no importa la resistencia que se le oponga al cambio, este vendrá como cae una fruta madura del árbol, es ley histórica, ya se palpa, ya se huele, y a todos, los de allá o los de acá nos preocupa y casi siempre vamos al plano de la reconstrucción económica, que es a mi modesto juicio lo más fácil de resolver y definir acorde a la revolución que ha sufrido la construcción en estos cinco decenios en la que la población cubana ha sufrido una dicotomía. Y olvidamos que construir edificios, casas, redes de comunicación, carreteras etc son cosas materiales de fácil solución siempre que exista interés por lograrlo, obreros estimulados a hacerlo y capital existente. Pero lograr reconstruir la psiquis nacional es algo en lo que definitivamente los educadores cubanos tendrán que trabajar duramente para lograr en las nuevas generaciones de cubanos, tanto en los de aquí, como en los de allá, cómo es en definitiva nuestra idiosincrasia, no la que poseen debido a la dicotomía que se nos impuso. Que Cuba no es Fidel, ni partido comunista, ni comité de defensa de la revolución, ni tampoco Cuba es la Yuma, país que nos acogió de forma generosa y humana pero en la que pocos han encontrado su hogar, te encuentras un cubano en cualquier latitud del planeta, nuestra diáspora es amplia, idéntica a la judía, y al preguntarle de dónde eres, residiendo éste, digamos en Los Ángeles te dice sin pensarlo: --de Pinar del Río. Necesitamos además conocernos al reencontrarlos y comprender que no puede pretenderse un retorno a algo que ya no existe, Cuba es como un río ya que sus aguas cambian constantemente pero que existe.

 Conoció  entonces que tuve el privilegio de asistir al último recital o concierto, como prefieran llamarle, que ofreció el Septeto Nacional, siendo ya acéfalo, pues su fundador, Ignacio Piñeiro, había fallecido en marzo de ese convulso 1969, fue un día de esos que uno recuerda eternamente por su grandeza humana, ya que los ancianos integrantes narraban antes de cada interpretación el origen de cada canción que interpretaron. 

 Contaron que se encontraban de gira en New York y que por sus compromisos no habían conocido prácticamente la ciudad y encontrábanse ansiosos en conocer la Quinta Avenida, que hicieron un alto,  y un medio día fueron a tratar de descubrirla, quedando como todo el que hace su debut en ella,  fascinados, por todo lo que ella posee, y que simplemente se sintieron atónitos al ver el río de gente, que sin atropellarse , se lanzaba a la calle para comprar su lunch, pasear o comprar, no podían comprender esa locura tan bien organizada, es cierto que ese río humano impacta siempre y que en medio de esa delirante masa humana corría, más que caminar, una preciosa jovencita que al ser detectada por Piñeiro  éste sentenció:--¡Esa mujer es cubana!......que ellos se rieron, le ripostaron,  y apostaron, ya que la amalgama racial que siempre ha poseído la Gran Manzana hace supremamente difícil determinar de qué país es determinada persona, pero que Piñeiro, cubano al fin y al cabo,  no se quedó con la duda, que corrió tras ella, que la abordó en un restaurancito de los cientos que siempre han existido y que al tenerla frente a frente solamente atinó a gritarle: ¡Tienes que ser cubana!

Que la muchacha se sonrojó al asentir, y que hubo de hacer la misma pregunta que la niña cubana que tenía ante mis ojos me había hecho minutos atrás,  y que su respuesta fue muy simple y definitoria………..Supe al verte que eres cubana, porque la cubana  es única , la cubana es la perla del edén. De ahí el origen de ese bello danzón que por nombre recibió “Esas no son cubanas” y que inmortalizó Barbarito Diez.
 Este simple diálogo, motivó a esta niña a interesarse en sus raíces, en su Cuba, y me prometió que al llegar a su casa, en sus ojos se le observaba el interés, buscaría en la red, el citado danzón, que me agradecía mucho haberle abierto los ojos de otra Cuba que no tiene nada que ver con problemas, ya ancestrales de política doméstica.
 Y yo sonreí, creo haber logrado convertir a una escéptica en creyente de nuestra cubanía.
 Profesor Carlos Pereda.
 New Jersey, Diciembre del 2010.
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1 comentario:

  1. Carlos interesante tu escrito.
    gracias por masntener viva la historia de caimito tambien

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